Por si no lo sabían, el representante de la Iglesia Católica de Bélgica recibió cuatro pastelazos bien dados en la cara por decir una sarta de pelotudeces tales como que la epidemia del VIH es parte de una "justicia intrínseca", estar en contra de los homosexuales y obviamente en contra del aborto.
Cuatro pastelazos es poco para un sujeto que no tiene el menor reparo en decir cualquier barbaridad que se le cruza por su anacrónico y marchito cerebro. Hemos visto a lo largo de la historia cómo este tipo de gente (si así se les puede llamar) han condenado a grandes grupos poblacionales o sociales, condenando la diferencia que es lo que en definitiva nos enriquece como humanidad.
Lo humillante del caso es que esta persona, como nuestro mal parido padre "Pato" o nuestro Cardenal Bergoglio son sujetos que movilizan a otro montón de gente que se dice "pro vida" o "pro familia", manadas abúlicas que van sin siquiera saber el real significado de tales denominaciones.
Cuando alguien es "pro vida" significa que está a favor de la vida. Se está a favor de la vida cuando defendemos a lo que, desde la OMS (Organización Mundial de la Salud) se considera tal, y desde la OMS se considera que existe vida a partir del tercer mes de gestación. Esto es, desde el primer mes hasta el tercero inclusive el feto no es considerado un ser viviente por que no tiene actividad cerebral. En éste sentido, si la OMS dice tal cosa, ni la Iglesia, ni el cura belga ni yo somos quienes para contradecirlo. Entonces considerarnos pro vida es estar en favor de la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo por que las mujeres que mueren a diario por abortos mal practicados son muchas y, causalmente, son mujeres de los sectores más humildes. Las señoras y señoritas burguesas y de las clases acomodadas cuentan con el dinero para practicarse un aborto en excelentes condiciones de higiene y salubridad, en cambio las laburantes o las marginales, o las campesinas no tienen esa suerte.
Cuando alguien se considera "pro familia" significa que se está en favor de las familias, pero de todas las familias. Es una realidad que las familias nucleares son una especie en extinción. El matrimonio heterosexual ha dejado de ser lo que otrora fuera cuando a las muchachas se las vendía al mejor postor cuando el padre consideraba que estaba en edad casadera. Siguiendo esa lógica las familias monoparentales, binucleares, ensambladas, homoparentales y todas aquellas conformadas de otras muchas maneras, sea el caso de una abuela que cría de sus nietos, tíos que se hacen cargo de sus sobrinos e incluso hermanos mayores que cuidan y protejen de sus hermanos menores carecerían de ese status de familia planteado por los jerarcas eclesiásticos que tan salvajemente segregan y excluyen a todo aquello que no cumpla con los requisitos de sus biblias.
Si crean esas dos pseudoinstituciones de hecho, facistas, exclusivas, humillantes y guettistas: ¿qué podemos esperar que digan acerca de los homosexuales? Obviamente pasamos a ser el cuco de las religiones. Sería muy ingénuo pensar que el aparato católico sería capáz de aceptarnos tal y como somos. En ese sentido nosotros tampoco tenemos por qué aceptar la dogmática católica como la única forma de vida posible, por que en verdad esa institución y esos dogmas morales a los que muchas veces se nos exige atenernos son errados y malintencionados.
Así es que sigo proponiendo la iniciativa de la apostasía colectiva. Esa es la manera de ser consecuente con nosotros mismos y levantar la voz para que no se nos siga usando de forros, por que el número a ellos les sirve, por que tu bautizo a ellos les genera dividendos y si te dicen que estás renunciando a la fe, no te lo creas, es una mentira infame. Vos no renunciás a tu fe, renunciás a seguir haciéndole el caldo gordo a éstos maltratadores, terroristas de la fe a quienes no les interesás para nada, simplemente les interesa que sigas siendo un numerito en el cheque que el Estado les pasa mensualmente.
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