domingo, 28 de abril de 2013

OPOSICIONES DIGNAS



Luis Rosales propone ir contra la “censura K”. Yo vi a más de un impresentable marchar contra el gobierno, éste gobierno que, a decir de ellos, censura y coarta libertades como la de expresión.  Lo simpático del caso es que, en las marchas de 8 de Noviembre de 2012 o de 18 de Abril de 2013 las consignas eran otras, no tenían que ver con la censura, tenían que ver con el rencor, el resentimiento y la enemistad. 


En este modelo de democracia cada quién puede salir a la calle y realizar una marcha, una manifestación, decir qué es lo que le fastidia del gobierno central y resolverlo con militancia activa para que, llegado el momento, puedan tener en la Casa Rosada un representante de aquello en lo que cree. 


¿Pero que pasa cuándo la consigna de una oposición está teñida de odios? Esa “oposición” que desprecia enérgicamente a la figura de la Presidenta de todos los argentinos es una oposición sin contenidos políticos. Es una oposición de ideas prestadas y vacía de ideales. El slogan “contra la censura K” es una consigna vacía. La realidad sigue demostrando otra cosa, la pura verdad es que no existe tal censura. Argentina tiene enormes cantidades de medios de comunicación opositores, y no me refiero exclusivamente al grupo Clarín, que merecería un post aparte. Me refiero a medios realmente independientes y merecen el respeto de oficialistas y opositores. 


No está mal ser oposición, pero ese es un lugar que debe ganarse con trabajo. En las democracias el tema es bastante simple: los que ganan en las urnas gobiernan y el resto acompaña o resiste con seriedad.

Cuando falta llenar de contenidos, de proyectos, de trabajo real a los cuadros partidarios, no pueden adjudicarse el rótulo de oposición política. 


Si las consignas son “que se vayan todos”, “que renuncie esta yegua” o “Nestor, volvé que te olvidaste a Cristina” en un contexto tan diferente al de 2001, esas consignas son destituyentes, y desde ese lugar es imposible construir una democracia. La oposición piensa equivocadamente que si se puede. 


Y ni hablar del contenido de las propuestas. Servicio militar obligatorio para dejar contentos a los sectores más rancios; devolver YPF a Repsol, lo es muy menemista; derogar el decreto de Asignación Universal por Hijo porque eso es alimentar vagos; poder comprar dólares sin que nadie cuestione nada; romper los estrechos vínculos con países hermanos y, en consecuencia, quebrar el concepto de Patria Grande Latinoamericana; devolver los fondos a las AFJP; volver a pagar por ver futbol codificado; volver a las jubilaciones paupérrimas que cobraban los viejos; seguir permitiendo que Malvinas sean Falklands; liberar a los genocidas; seguir tolerando que la religión dirija la forma de vida de lxs Argentinxs, entre otras cosas. 


Por supuesto que hay todavía mucho que mejorar, muchas cosas en las que trabajar, porque nada se mejora de la noche a la mañana, ni en diez años, sobre todo cuando son cuestiones que vienen arraigadas y transmitidas de gobierno en gobierno, de generación en generación. Pero los avances no se pueden cuestionar. Yo quisiera saber quién le caceroleó a Menem cuándo vendió hasta su madre, quién le caceroleó a los militares, quienes encarnaron la verdadera represión y censuras, a Alfonsín con la hiperinflación. Nadie caceroleó en esos períodos. Sin embargo echamos a De La Rúa en un contexto verdaderamente hostil. 


El gobierno del matrimonio Kirchner no tiene ni por asomo comparación con el período de la Alianza, no obstante, somos tan desmemoriados y amnésicos que nos levantamos contra un gobierno inclusivo, no solamente a nivel económico, sino en cuestiones de derechos. Este es el primer gobierno en juzgar y condenar a los genocidas; el único gobierno que se jugó el todo por el todo con la comunidad homosexual argentina promulgando la ley de Matrimonio Igualitario y la ley de Identidad de Género; nos acompañó en la decisión de morir dignamente sancionando la ley de Muerte Digna; incluyó a miles de abuelxs que estaban fuera del sistema cobrando, en el mejor de los casos, pensiones graciables de 145 pesos; democratizamos los medios de comunicación, ley a la que algunos no quieren adherir porque no es funcional a sus intereses económicos; lxs chicxs están en las escuelas, pese a que a muchxs docentes les fastidie tener que lidiar con lxs pibxs pobres y sus realidades; esos mismos pibxs están incluídos en el sistema de salud; el estado dejó de dar oportunidades laborales a lxs amigxs personales y familiares cuándo el Poder Judicial de Mendoza y de otros puntos del país implementaron los llamados a concurso, donde se ingresa por competencia y no por amiguismo; les hicieron un favor a aquellos que hace doce o trece años fabricaban receptores de televisión con budineras de aluminio porque para ver un partido de futbol teníamos que pagar la decodificación del mismo, y eso por nombrar solo algunas cosas.  


Y el Sr. Rosales tiene el tupé de venir a hablarnos de censura cuándo él y su partido político se aliaron sistemáticamente a Macri, personaje que manda a aporrear y reprimir a trabajadores porque un shopping es más lucrativo que un psiquiátrico, un Jefe de Gobierno que mientras La Plata se inundaba él estaba en un picadito de futbol, el mismo que arenga las marchas del resentimiento y se para no solamente al lado de Rosales, también se abraza con Bullrich, Moyano, Pando, Hotton, Larreta, Carrió y Lanata por nombrar algunos pocos. 


Señores, ser oposición es mucho más que ir a una concentración a pedir destituciones y exigir mano dura. Ser oposición es compromiso, responsabilidad e ideales, cosas de las que, por lo que ustedes mismos dejan ver, carecen.

sábado, 13 de abril de 2013

Había una vez...



Había una vez, en un lugar remoto, una bella doncella que había crecido en una familia humilde. La bella muchacha fue educada en casa para que no se mezclara con los varones que, según insistían sus amorosos padre y madre, eran la perdición para una chica de su edad.

Los domingos se vestía con sus mejores trajes y, acompañada por su madre, asistía al servicio dominical de la iglesia de la región.


De sus tutores aprendía sobre los personajes más importantes de la historia del lugar y cuál es el rol que debe ocupar una mujer dentro de la comunidad.


Cierto día, la bella muchacha conoció a un apuesto caballero de quién se enamoró perdidamente. El joven le exigía constantemente que le demostrara su amor relacionándose íntimamente con él, pero ella no aprobaba tales prácticas. Creía férreamente en los principios inculcados por su familia, su congregación y sus mentores. Estaba convencida que la virtud de una muchacha está en la virginidad más pura hasta el sagrado matrimonio. Los embarazos de mujeres sin esposo eran, para ella, cosa de “perdidas” sin moral alguna. Aspiraba y sostenía que tendría los hijos que Dios quisiera darle y siempre dentro de un matrimonio bien constituido y feliz. Siempre decía que jamás tendría un hijo de hombre alguno sin antes tomar los votos sacramentales del matrimonio.


Este joven de familia adinerada un día se cansó de la espera. Fue así como una tarde de otoño el joven apuesto de buena familia esperó a la dulce doncella a la salida de la iglesia. Estaba acompañado por dos sujetos más, todos ellos hijos de los más respetables magistrados de la ciudad.


La muchacha salió del catecismo y caminó por la oscura acera en dirección a su casa. En la siguiente esquina fue interceptada por su joven prometido. Se saludaron sin tocarse siquiera. Él le pidió a ella que al menos le dejara besar sus hermosos labios rosados. Ella se opuso absolutamente, entonces el joven la tomó de los brazos y la condujo al interior de un callejón intransitable, donde los esperaban los otros dos hombres que estaban con él. Una vez allí, los hombres le quitaron la ropa haciéndola jirones y la poseyeron tantas veces cómo quisieron. Una vez terminada su faena, los tres jóvenes dejaron a la muchacha tendida en el suelo, vulnerada, inconsciente, profana.


El padre de la joven, desesperado al ver que su única hija no volvía a casa, salió en su búsqueda. La encontró con las primeras luces del día, desnuda, ultrajada, herida como una perra moribunda.


Grande fue la sorpresa al enterarse que aquella tierna e inocente niña llevaba en su cuerpo el fruto de ese abuso impúdico. Comenzó a odiar su vientre y su vida. Deseaba arrancarse esa consecuencia aciaga de su ser, pero no podía hacerlo.


Su padre constantemente se preguntó si su hija no habría provocado esa desgracia. Ese era el argumento que blandían los jóvenes bandidos que habían desflorado a la bella joven en todos los sentidos posibles.


Desacreditada por sus mentores, humillada por su congregación e ignorada por su familia, la joven que un día soñaba con un esposo bueno, los hijos que pudiera tener y una vida plena de amor, decidió extirpar de su cuerpo a ese fruto del horror. Lo había planeado todo. Iría con la partera del pueblo, ella se encargaría de aquel aborrecido ser que crecía en su interior y luego escaparía lejos, a un lugar donde nadie supiera quién es y lo que habían hecho con ella. Pero el destino que es a veces el peor enemigo se encargó de frustrar aquellos planes de libertad y la mujer que perdió su juventud, belleza y castidad aquella noche de otoño, fue encarcelada.


Una mañana el pueblo supo que la condenada muchacha había alcanzado su tan ansiada libertad en el momento en que pasaba su cortejo en dirección al cementerio. Su único legado fue una soga que pendía del techo de su prisión y una nota que decía: “Señor: me defraudaste dándome un destino adverso, pero yo supe torcer el camino. Mi conciencia está en paz”.