FOTO: Mendocinxs por la Igualdad |
La inquisición volvió a darnos un bofetón. No parecemos
sociedades que superaron los fantasmas del pasado, sino que por el contrario,
los alimentamos a diario.
Los alimentamos cada vez que decimos “síganle dandosubsidios a los negros”, como pasó con una pancarta que llevaban a una marcha para
pedir por la muerte de Emanuel Páez, o cuando nos horrorizamos porque un pibe
de 17 años se saca fotos en calzoncillos en el interior de una iglesia, pero
hacemos mutis por el foro cuando un religioso dice que “la pedofilia es un
regalo de Dios” o que “violar la fe es 10.000 veces peor que violar a una hija”.
O cuando creemos que está bien que la policía apalee a una travesti “para que
se vista como un hombre y no ande generando escándalos por ahí”. O cuando
pensamos “por algo le pegó” cuando una mujer es víctima de violencia. O cuando
sospechamos que esa chica violada y embarazada de esa violación “provocó la
situación” y nos hacemos los defensores más férreos de los niños por nacer mientras
les damos la espalda a los que ya nacieron y mendigan por las calles. O cuando
permitimos que se humille, se golpee brutalmente, se mutile y se mate a un
chico porque decidió vivir su sexualidad como la sentía.
Los grupos fundamentalistas existen en todos los países del
mundo, la gran diferencia es que en algunos contamos con garantías legales. Los
hermanos chilenos ni siquiera cuentan con políticas de Derechos Humanos claras,
tampoco con Leyes Antidiscriminatorias. En ese contexto es muy difícil que el
colectivo LGBT encuentre protección legal.
Estas cosas pasan cuando un país está gobernado por fracciones
políticas de derecha. Si Argentina estuviera gobernada por la derecha hoy
tendríamos genocidas en libertad, no tendríamos ley de matrimonio igualitario,
no tendríamos fallos judiciales que garanticen el aborto legal, seguro y
gratuito para las víctimas de ataques sexuales, tampoco tendríamos
reconocimiento de la identidad de género en algunas provincias, etc.
¿Ahora nos podemos imaginar lo que sucede en Chile? La
muerte de Daniel Zamudio es un problema mucho más profundo de lo que la prensa
chilena nos quiere hacer creer. No es un hecho aislado. Es un problema
estructural de las políticas de un estado conservador e hipócrita que pretende
que toda América Latina hagamos de cuenta que no pasó nada. Pero lo cierto es
que en las calles se pasean grupos de gente con ideologías nazis y lo peor de
todo es que consiguen hacer daño.
En nuestro país también tenemos problemas de violencia
irracional, injustificada, homófoba y autoritaria. En Trelew, provincia de Chubut,
la policía está acusada de violar a un menor de 16 años en sus dependencias y
ahora está siendo investigada por matar a puñaladas al único testigo del hecho.
El chico se llamaba Bruno Rodriguez y se supone que era un “testigo protegido”.
Insisto en que la culpa es nuestra, de la sociedad. Tanto en
Chile como en Argentina permitimos que esas cosas sucedan porque en nuestra
cabeza está siempre el “algo habrán hecho”. La víctima siempre es merecedora de
su desventura: o por gay, o por trans, o por mujer, o por lo que fuera. Lo
cierto es que somos una sociedad hipócrita, somos una sociedad no comprometida
con los demás y constantemente estamos mirando para el otro lado en vez de intentar
vivir en la diferencia que es, en definitiva, lo que nos hace mejores seres
humanos.