Muchas veces me pongo a pensar si los mendocinos conocemos el verdadero significado de la palabra respeto.
Por éstos días se celebra la Fiesta Nacional de la Vendimia. Yo no estoy de acuerdo con éstas fiestas, de hecho me parecen una mentira. Desde un punto de vista histórico, las candidatas al cetro vendimial deberían ser las mujeres que trabajan en la viña, en la elaboración del vino, por que ese es el sentido de éste evento. Sin embargo, las muy hermosas señoritas que eligieron, en su vida tocaron una hoja de parra, son muchachas elegidas por su belleza, aunque no tengan la menor idea de dónde sale la uva, aunque no puedan hilar tres frases, aunque todas (aunque es mentira) estén estudiando “la carrera de sus sueños”… lo cierto es que a todas y cada una de ellas las seleccionan por bonitas y no por aptas.
Esas mujeres no representan al género al que pertenecen, no son chicas comprometidas, no son muchachas que defiendan las realidades de muchas mujeres de Mendoza, la mayoría ni siquiera están enteradas de las luchas que se encarnan, no tienen la menor idea de lo que significa el feminicidio, o qué temas trata la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, o que otro problema que acarrea la mega minería es la venta de mujeres, niñas y niños.
Son señoritas que no han salido del huevo. De hecho, si participan de un concurso de belleza es por que están de acuerdo con el modelo patriarcal y heterosexista de una sociedad conservadora como la nuestra.
Pero más allá de todo, hay gente a la que le gustan los eventos vendimiales, la gente que va a un carrusel es por que disfruta de su colorida mélange, de esa mezcla de glamour con frutas voladoras, entrevistadas que apenas pueden esbozar una idea básica del por qué están allí y un negocio redondo.
La vendimia entonces termina siendo un negociado importante para la provincia. Lo lastimoso es exponer a éstas niñas burguesas, hacerles creer el “cuento de princesas” que, al menos durante un año, ostentarán un reinado de fantasía y deberán soportar el desprecio y la lástima de aquellos que rechazamos ésta clase de modelos de mujer tan menospreciativos de su condición de tal.
¡Qué Belcebú nos asista!
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